México acelera la industrialización de su ciencia con nuevo financiamiento y ruta regulatoria para exportar tecnología

17:06 04/12/2025 - PesoMXN.com
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El gobierno federal abrió una fase para llevar prototipos científicos a la manufactura a gran escala, con la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (SECIHTI) como pivote y un acompañamiento regulatorio de COFEPRIS y especialistas del IMSS, ISSSTE y la Secretaría de Salud. La apuesta va más allá de la vitrina académica: dializadores y otros equipos médicos, boyas y sensores para monitoreo oceánico-atmosférico, así como dispositivos desarrollados en universidades, buscan producirse en serie para abastecer el mercado interno y, en una segunda etapa, conquistar nichos de exportación.

El énfasis en salud pública responde a una necesidad apremiante. México enfrenta alta prevalencia de enfermedades crónico-degenerativas, como la diabetes, que presionan la demanda de equipos de diálisis hoy mayormente importados. Una oferta local competitiva podría reducir costos, asegurar abasto y generar empleos de mayor calificación. En paralelo, el país necesita infraestructura tecnológica para enfrentar riesgos climáticos crecientes: boyas y plataformas de medición capaces de entregar datos en tiempo real ayudan a anticipar huracanes y lluvias extremas, con beneficios directos para protección civil y para sectores como energía, logística y aseguradoras.

El ecosistema universitario ya aportó una base: UNAM, IPN, UAM y centros como el Cinvestav acumulan patentes, prototipos y líneas de investigación con madurez tecnológica intermedia. Un caso emblemático es el autobús eléctrico TARUK, con autonomías de hasta 300 kilómetros entre recargas y pedidos iniciales de gobiernos estatales, que ilustra cómo los proyectos pueden transitar del laboratorio al mercado cuando se alinean tecnología, demanda pública y reglas claras.

Para cubrir la brecha de capital de riesgo tecnológico, la Secretaría de Economía anunció un fondo que iniciará con 800 millones de pesos en 2025 y alcanzará 1,600 millones en 2026, con recursos canalizados —según el propio gobierno— a través de instrumentos públicos como Nacional Financiera y el Fondo Soberano de México, y buscando coinversión privada para ampliar el alcance. Un comité priorizará iniciativas con bien público y viabilidad económica. En el portafolio inicial figuran diseños de semiconductores, un lenguaje nacional de inteligencia artificial, aeronaves con certificación vigente, robots para almacenes, un vehículo de hidrógeno desarrollado desde 2009 y un ventilador médico que avanzó durante la pandemia y tramita autorizaciones en mercados externos.

La estrategia se inserta en un momento de dinamismo manufacturero por el nearshoring y la reconfiguración de cadenas en América del Norte. México ya es un jugador relevante en dispositivos médicos —con clusters en Baja California— y en electrónica —Jalisco—, pero el reto es subir en complejidad: cumplir normas como ISO 13485, FDA o marcado CE; integrar proveedores locales; y desarrollar propiedad intelectual propia. La modernización regulatoria de COFEPRIS y la cooperación con organismos homólogos serán determinantes para reducir tiempos de aprobación sin comprometer estándares.

Escalar de prototipo a producción exige más que capital: requiere infraestructura eléctrica confiable, certidumbre regulatoria, talento técnico y capacidades de ensayo y metrología. Inversiones en transmisión y energías limpias, junto con compras públicas estratégicas y contratos de largo plazo, pueden crear mercados iniciales para estas tecnologías. La experiencia reciente con huracanes de alta intensidad evidenció la utilidad de sistemas de monitoreo; integrar esos datos a decisiones de inversión en puertos, seguros y agricultura amplifica el valor económico.

El entorno fiscal también importa. En un contexto de finanzas públicas que buscan equilibrio y tasas de interés aún elevadas, movilizar capital privado y disciplinar la selección de proyectos es clave. La gobernanza del fondo, la transparencia en adjudicaciones y la asistencia técnica (diseño para manufactura, certificaciones, propiedad intelectual y escalamiento) serán factores críticos para convertir ciencia en exportaciones y productividad, y no solo en pilotos aislados.

En síntesis, México intenta pasar de ensamblar a diseñar y fabricar tecnología propia. Si el financiamiento prometido se combina con regulación eficiente, compras públicas inteligentes y cadenas de suministro locales, los proyectos de salud, sensores ambientales y movilidad eléctrica podrían traducirse en valor agregado, resiliencia y nuevas rutas de exportación. La ejecución y la calidad serán la prueba decisiva.

Observación final: El viraje hacia la industrialización de la ciencia es oportuno por el nearshoring y la proximidad a Estados Unidos. El éxito dependerá de certidumbre regulatoria, energía y talento, además de una disciplina estricta en selección de proyectos. La ventana existe; capitalizarla exigirá constancia y métricas claras de resultados.

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