México ajusta su andamiaje financiero para atraer inversión y sostener la estabilidad en un entorno de tasas elevadas

México transita por una etapa de ajustes regulatorios y operativos orientados a canalizar mejor el ahorro interno hacia proyectos productivos, sin perder de vista la estabilidad macrofinanciera. En un contexto de tasas de interés aún elevadas, desinflación gradual y episodios de volatilidad cambiaria, las autoridades y el sector privado han enfocado esfuerzos en fortalecer la gobernanza de las inversiones, diversificar las fuentes de financiamiento y modernizar reglas de mercado con el objetivo de aprovechar el impulso del nearshoring y cerrar brechas de infraestructura.
El sistema bancario se mantiene sólido y líquido, con capitalización por encima de los estándares prudenciales y morosidad contenida. La supervisión de la CNBV y la conducción monetaria del Banco de México han privilegiado una gestión de riesgos prudente, lo que ha permitido que el crédito crezca de manera más selectiva en consumo y vivienda, mientras que las empresas con mejor calidad crediticia han recurrido cada vez más al mercado de deuda local para refinanciar pasivos y fondear expansión. La liquidez en pesos sigue siendo profunda en los tramos cortos, aunque los costos financieros continúan altos para los plazos más largos.
Los fondos de pensiones (Afores) administran ya más de 6 billones de pesos y se han convertido en un ancla clave del financiamiento de largo plazo. Tras la transición a Siefores generacionales y la apertura gradual a activos alternativos locales, se ha buscado ampliar el menú de inversión hacia instrumentos que impulsen infraestructura, vivienda en renta, logística y energía, con mayor énfasis en gobierno corporativo, transparencia de comisiones y medición de riesgos. La prioridad es equilibrar rendimientos reales para los trabajadores con un pipeline de proyectos mejor estructurados y con métricas de impacto verificables.
En el frente de mercado de capitales, la actualización del marco para listados y vehículos de inversión busca revitalizar las salidas a bolsa y hacer más ágil la emisión de deuda y capital para empresas medianas. El país cuenta con instrumentos probados —como Fibras, CKDs y CERPIs— que han financiado parques industriales y proyectos inmobiliarios, y que ahora podrían jugar un papel mayor si se simplifican trámites, se fortalece la divulgación y se incentiva la participación de inversionistas institucionales. La profundidad y liquidez del mercado bursátil siguen siendo un reto estructural, pero hay señales de reactivación en emisiones temáticas y sostenibles en moneda local.
La postura fiscal ha combinado un gasto contracíclico en años recientes con el compromiso de consolidación paulatina. La Secretaría de Hacienda ha reiterado que el ancla de mediano plazo es mantener la deuda pública alrededor de la mitad del PIB y preservar un riesgo país acotado. El apoyo a empresas estatales estratégicas, en particular del sector energético, se evalúa con mayor cuidado para proteger el perfil crediticio soberano. Las agencias calificadoras mantienen a México con grado de inversión y perspectiva estable, pero monitorean la trayectoria del déficit, la capacidad de ejecución de proyectos y el estado de derecho como factores clave para la inversión.
En política monetaria, Banxico ha optado por una normalización gradual a medida que la inflación general converge lentamente hacia el objetivo de 3%, con especial atención a la resistencia de la subyacente y a choques de oferta. La tasa de referencia sigue en terreno restrictivo y el banco central ha reiterado que cualquier recorte dependerá de la evidencia sobre inflación y expectativas. El tipo de cambio, respaldado por una sólida posición externa y flujos de inversión en cartera y productiva, ha mostrado episodios de volatilidad asociados al ciclo global y al calendario político, pero sin dislocaciones persistentes del mercado.
El fenómeno de relocalización manufacturera mantiene un flujo robusto de anuncios de inversión y demanda de naves industriales, especialmente en el norte y el Bajío. Para traducir anuncios en capacidad instalada, la agenda pública y privada se concentra en ampliar y modernizar redes eléctricas, garantizar abasto de agua, agilizar permisos y mejorar la conectividad logística. La banca de desarrollo ha incrementado su rol catalítico con garantías y créditos sindicados, mientras que los estados compiten por proyectos mediante parques industriales con certificaciones ambientales y esquemas de coinversión.
Mirando hacia adelante, la estabilidad macroeconómica de México seguirá descansando en tres pilares: disciplina fiscal creíble, política monetaria enfocada en anclar expectativas y reglas claras que favorezcan la inversión productiva. Profundizar el mercado de capitales, profesionalizar aún más la gobernanza de inversiones institucionales y destrabar cuellos de botella en infraestructura serán determinantes para elevar la productividad y sostener el crecimiento potencial.
En síntesis, el país ha avanzado en fortalecer su arquitectura financiera y en encauzar el ahorro interno hacia sectores estratégicos, pero el reto es convertir la oportunidad del nearshoring en inversión efectiva y de largo plazo. La combinación de prudencia macro, certidumbre regulatoria y ejecución de proyectos será el factor que marque la diferencia en 2025.