Inflación moderada en EU reaviva debate sobre trayectoria de tasas y el impacto para México

La inflación en Estados Unidos mostró un avance moderado en julio, con una variación mensual de 0.2% en el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y de 2.7% anual, mientras que el componente subyacente repuntó 0.3% mensual —su mayor alza en seis meses— para ubicarse en 3.1% anual. Los datos del BLS mantuvieron vivas las expectativas de un posible recorte de tasas por parte de la Reserva Federal hacia el cierre del tercer trimestre, aunque el repunte de la inflación subyacente podría moderar el ritmo de cualquier relajación monetaria. Para México, la lectura es relevante por su efecto directo sobre el tipo de cambio, el costo de financiamiento y el pulso de la demanda externa.
Una Fed más cauta implicaría que el diferencial de tasas entre México y Estados Unidos siga siendo un ancla para el peso, pero también podría prolongar costos financieros elevados a nivel global. En este contexto, el Banco de México mantiene una postura prudente: aunque la inflación local ha tendido a moderarse frente a los máximos de 2022-2023, persisten presiones en servicios y la autoridad ha reiterado que cualquier ajuste será gradual y condicionado a la convergencia sostenida hacia la meta de 3% +/- 1 punto porcentual.
El canal comercial también es clave. EU concentra cerca de cuatro quintas partes de las exportaciones mexicanas, particularmente en automotriz, equipo eléctrico y electrónica. Una inflación más controlada en EU suele apoyar el consumo, pero la persistencia de precios elevados en rubros subyacentes puede contener la demanda de bienes duraderos. Al mismo tiempo, eventuales encarecimientos derivados de aranceles o costos logísticos en EU podrían transmitirse a cadenas de suministro integradas con México, presionando márgenes y precios de exportación.
En el frente interno, el consumo en México ha contado con el soporte de remesas históricas y del avance de los salarios reales, en tanto que la inversión ligada al nearshoring se mantiene como un vector de mediano plazo. No obstante, su materialización depende de resolver cuellos de botella en infraestructura, energía y agua, así como de seguir reduciendo costos logísticos y mejorar certidumbre regulatoria. Una Fed menos expansiva por más tiempo podría encarecer el financiamiento de proyectos y exigir retornos más altos, lo que vuelve crucial la ejecución eficiente.
Para las finanzas públicas mexicanas, el costo de la deuda y la trayectoria de rendimientos globales siguen siendo variables críticas. Tras un déficit elevado en 2024, el mercado vigila señales de consolidación gradual en 2025-2026. Un retraso en los recortes de la Fed aumentaría el costo de refinanciar pasivos y podría acotar el espacio fiscal, al tiempo que un peso más volátil encarece coberturas y expone a mayores variaciones en la razón deuda/PIB.
El tipo de cambio continuará reaccionando a sorpresas de inflación y empleo en EU. Si los datos refuerzan un escenario de desinflación, podría mejorar el apetito por riesgo y dar margen a Banxico para avanzar con recortes calibrados; si, por el contrario, la inflación subyacente en EU se mantiene firme, los flujos hacia activos en dólares y la fortaleza relativa del billete verde podrían reavivar episodios de volatilidad del peso y exigir una postura monetaria más restrictiva por más tiempo en México.
Además del frente externo, la trayectoria inflacionaria local dependerá de la dinámica de servicios, costos laborales unitarios y la velocidad de traspaso cambiario. Indicadores de alta frecuencia en consumo, manufactura y empleo, junto con encuestas de expectativas de inflación y crecimiento, serán determinantes para anticipar los próximos pasos de política monetaria. En paralelo, las entradas de IED asociadas a relocalización productiva y el comportamiento de las remesas seguirán siendo amortiguadores clave ante choques externos.
En síntesis, la moderación del IPC estadounidense convive con un núcleo aún resistente, lo que sugiere una Fed prudente y un entorno externo menos benigno de lo que descuentan los mercados. Para México, esto se traduce en tipo de cambio sensible a sorpresas, margen acotado para recortes de Banxico y la necesidad de apuntalar la competitividad —infraestructura, energía y Estado de derecho— para convertir el impulso del nearshoring en crecimiento sostenido.