Mejor dato del PIB de EU ofrece respiro acotado para México ante un segundo semestre más tibio

La economía de Estados Unidos creció más de lo previsto en el segundo trimestre, con una tasa anualizada revisada a 3.8% impulsada por un mayor gasto del consumidor, menor ingreso de importaciones y mayor inversión en propiedad intelectual —incluida la asociada a tecnologías de inteligencia artificial—, de acuerdo con la tercera estimación de la Oficina de Análisis Económico (BEA). Pese al ajuste al alza respecto del 3.3% reportado inicialmente, los analistas advierten que el dinamismo se moderó después de ese periodo, en parte por la volatilidad de los flujos comerciales. El promedio entre el PIB y la medida por el lado de los ingresos (conocido como Producción Interior Bruta) también se ubicó alrededor de 3.8%, con ligeros cambios frente a la lectura previa.
Para México, un segundo trimestre más sólido en Estados Unidos suele traducirse en mejor demanda externa de manufacturas, particularmente en sectores automotriz, equipo eléctrico y electrónica, así como mayor actividad en los estados fronterizos. No obstante, el impulso podría ser transitorio: el repunte obedeció en buena medida a variaciones en importaciones y existencias, y el consenso internacional anticipa un desempeño más frío de la economía estadounidense en la segunda mitad del año, lo que limitaría el arrastre positivo sobre las exportaciones mexicanas.
La revisión de datos en Estados Unidos también reaviva la discusión sobre la política comercial. Episodios de incertidumbre arancelaria tienden a alterar los tiempos de compra y los inventarios de las empresas, generando vaivenes en los indicadores de crecimiento. Para México, cambios en los incentivos de importación de su principal socio pueden tener efectos mixtos: por un lado, favorecen la sustitución de proveeduría asiática por cadenas en Norteamérica; por el otro, pueden enfriar la demanda final o encarecer insumos. El marco del T-MEC aporta certidumbre, pero quedan retos en reglas de origen —especialmente en autos— y en la revisión programada del acuerdo en 2026.
En el frente doméstico, México continúa beneficiándose del proceso de relocalización (nearshoring), con anuncios de inversión en parques industriales del norte y el Bajío. Para que ese flujo se materialice en mayor crecimiento potencial, el país necesita acelerar obras de transmisión eléctrica, capacidad de generación, disponibilidad hídrica y permisos, además de fortalecer el estado de derecho. Sin estos insumos, el ciclo de pedidos desde Estados Unidos podría encontrar cuellos de botella que contengan la producción y el empleo manufacturero.
En los mercados, un mayor crecimiento estadounidense suele sostener el flujo de remesas y las ventas externas, factores que apoyan al peso mexicano. Aun así, la moneda ha mostrado episodios de volatilidad ante cambios en las expectativas de tasas globales y la percepción de riesgo. El Banco de México mantiene una postura prudente y dependerá del ritmo de desinflación y del tipo de cambio para calibrar futuros recortes; una actividad más firme en Estados Unidos podría demorar el margen de relajación si se traduce en presiones sobre servicios o en una demanda externa más vigorosa.
El consumo interno en México se mantiene respaldado por un mercado laboral relativamente resiliente y por remesas en niveles elevados. Sin embargo, si el mercado laboral estadounidense perdiera tracción en la segunda mitad del año, el crecimiento de las remesas podría moderarse, afectando el ingreso disponible de hogares en varias regiones. Indicadores como ventas minoristas, producción industrial y pedidos manufactureros en Estados Unidos serán claves para anticipar el pulso de las exportaciones mexicanas de cierre de año.
En suma, la revisión al alza del PIB estadounidense es una señal favorable pero acotada para México: apoya el sector externo en el corto plazo, aunque la volatilidad comercial y la incertidumbre de política económica al norte de la frontera nublan el panorama. La atención del mercado se centrará en la trayectoria de la demanda en Estados Unidos, la evolución del T-MEC y las decisiones de Banxico, mientras que el avance en infraestructura y certidumbre regulatoria será determinante para aprovechar el nearshoring.
Observación final: el mejor dato de EU es un viento de cola para manufacturas y remesas, pero su duración es incierta; México debe capitalizarlo acelerando inversión en energía y logística, gestionando la volatilidad cambiaria y preservando anclas macro para navegar un segundo semestre potencialmente más moderado.