Tarjetas de crédito aceleran a doble dígito pese a un entorno macro más frío
El financiamiento vía tarjetas de crédito mantiene un ritmo de expansión notable en México, aun cuando el resto del crédito bancario avanza con mayor cautela. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), hasta el tercer trimestre los bancos habían colocado 669,664 millones de pesos en este producto, lo que se traduce en un crecimiento anual cercano a 11.5%, por encima del dinamismo de otros segmentos.
Información de Banco de México señala que existen 91.7 millones de tarjetas de crédito emitidas por la banca, aunque solo la mitad se utiliza activamente. El consumo privado ha mostrado resiliencia apoyado por el mercado laboral, incrementos salariales y remesas históricas, factores que han sostenido la demanda por crédito revolvente aun en un contexto de tasas elevadas. La mayor digitalización de pagos y promociones de meses sin intereses también han impulsado la preferencia por el “plástico”.
La paradoja de más tarjetas en un ciclo monetario restrictivo tiene explicación en varios frentes: mayor competencia entre bancos y fintechs, procesos de originación más ágiles y alianzas comerciales que amplían la base de clientes. Además, el avance de la inclusión financiera y la adopción de wallets y terminales móviles han reducido fricciones en el punto de venta, favoreciendo el uso recurrente de tarjetas frente al efectivo.
Entre las instituciones que más expandieron su cartera de tarjetas hasta el tercer trimestre destacan Ualá, Mifel e Invex, según la CNBV. Ualá reportó un salto superior a 150% anual en esta línea, mientras que Mifel e Invex crecieron 47% y 29%, respectivamente. Estas dos últimas han apostado por convenios con marcas y comercios (por ejemplo, aerolíneas y cadenas minoristas) para apalancar tarjetas co-marcadas y programas de lealtad, una estrategia que ha probado tracción en la captación de nuevos usuarios.
En contraste, Banco Azteca, HSBC y Santander registraron caídas en el otorgamiento de crédito con tarjeta hasta septiembre. Analistas atribuyen estos retrocesos a ajustes de apetito de riesgo, depuración de carteras y a un enfoque táctico hacia otros productos con mejores márgenes o perfiles de riesgo, a la espera de señales más claras sobre el ciclo de tasas y el desempeño del consumo.
Si bien el dinamismo es positivo para la intermediación y las comisiones bancarias, también aumenta la necesidad de monitorear la calidad de cartera. La morosidad en tarjetas ha repuntado desde niveles bajos conforme se normaliza el comportamiento de pago tras los años de pandemia y ante el costo financiero todavía elevado. La CNBV ha enfatizado criterios de originación responsable y transparencia en el Costo Anual Total, un punto relevante en un mercado donde la deuda de consumo suele ser de las más caras.
En el frente macro, el crecimiento del PIB se ha moderado respecto a 2023 y la inflación ha cedido, pero aún enfrenta presiones en componentes de servicios. Con Banxico manteniendo una postura prudente y el mercado anticipando recortes graduales sujetos a la trayectoria inflacionaria, el costo del crédito podría aliviarse de forma paulatina en 2025. Al mismo tiempo, el nearshoring y la inversión en manufactura podrían sostener empleo e ingresos en ciertas regiones, apoyando la demanda por financiamiento, aunque persisten focos de volatilidad en el tipo de cambio y en los precios de insumos.
Hacia adelante, el crédito al consumo —y en particular las tarjetas— seguirá siendo un eje clave para la rentabilidad bancaria, pero exigirá calibrar riesgo y crecimiento. El avance de la banca abierta, los esquemas “compra ahora, paga después” y la interoperabilidad de pagos pueden intensificar la competencia, presionando costos de adquisición y empujando a las instituciones a refinar sus modelos de riesgo y sus ofertas de valor.
En resumen, las tarjetas de crédito se consolidan como motor del crédito en un entorno macro todavía desafiante: crecen a doble dígito, ganan penetración por alianzas y digitalización, pero enfrentan la prueba de la calidad de cartera y del costo del dinero. El balance final dependerá del pulso del consumo, de la trayectoria de la inflación y de la capacidad del sistema para administrar prudencialmente la expansión.





