Posibles aranceles de EU a acero y semiconductores elevan la incertidumbre para México
La anticipación de nuevos aranceles de Estados Unidos al acero y a los semiconductores, anunciados recientemente por el presidente Donald Trump para las próximas semanas, vuelve a colocar al comercio norteamericano bajo tensión. De acuerdo con sus declaraciones, las tarifas iniciarían en niveles moderados para escalar con el tiempo, con la intención de incentivar la manufactura doméstica en EU. En el caso de los chips, Trump ha sugerido previamente gravámenes de hasta 100% con excepciones para empresas que inviertan en capacidad productiva dentro de su país.
Para México, cuya economía está profundamente integrada a las cadenas de valor estadounidenses, el impacto potencial es significativo. El acero mexicano —producido principalmente en estados como Nuevo León, Coahuila y Michoacán— tiene en Estados Unidos a su principal mercado. Una escalada arancelaria elevaría costos, presionaría márgenes y podría redirigir flujos comerciales, como ocurrió durante el episodio de 2018 con los aranceles amparados en seguridad nacional, que provocaron represalias y negociaciones posteriores. En semiconductores, la manufactura mexicana depende de la importación de chips para industrias clave como la automotriz, electrodomésticos y electrónica; tarifas elevadas a los componentes que crucen a EU, o incertidumbre sobre reglas de aplicación, podrían alterar tiempos de entrega y encarecer inventarios.
El telón de fondo es un entorno de nearshoring que ha impulsado inversión en México, particularmente en el Bajío y el norte, y que descansa en la certidumbre del T-MEC. Una imposición generalizada de aranceles por parte de Washington, fuera de los mecanismos del tratado, abriría la puerta a consultas, eventuales paneles y posibles medidas espejo, un proceso que incrementaría la volatilidad en el corto plazo. Además, el calendario importa: la revisión del T-MEC en 2026 se acerca, lo que otorga mayor relevancia a cualquier fricción comercial que pueda sentar precedentes.
En el acero, empresas mexicanas han venido enfrentando presión por sobreoferta global y competencia de productos de bajo costo, mientras la Secretaría de Economía ha aplicado medidas temporales a ciertas importaciones de acero para contener prácticas desleales. Si EU endurece su postura con aranceles escalonados, los productores locales podrían ver ventanas de oportunidad en el mercado interno, pero también riesgos de desvío de comercio y mayores inspecciones en la frontera. La reacción de los grandes compradores en EU —construcción, energía y automotriz— será clave para dimensionar si trasladan costos a precios o recortan volúmenes.
En semiconductores, México ha buscado consolidar capacidades en diseño, pruebas y empaque, con presencia en estados como Baja California, Chihuahua y Jalisco, y coordinación con Estados Unidos para mapear la cadena regional. No obstante, el país sigue siendo importador neto de chips. Aranceles elevados en la frontera norte, aun con exenciones condicionadas, podrían inducir reconfiguraciones logísticas, cambios en listas de materiales y adelantos de embarques, afectando flujos de efectivo y planeación de inventarios de exportadores mexicanos.
Desde el ángulo macroeconómico, mayores barreras comerciales podrían presionar precios en segmentos sensibles —autos, electrónicos y maquinaria— y moderar el dinamismo exportador que ha sostenido el crecimiento manufacturero. En un contexto en que la inflación general ha venido cediendo y la política monetaria de Banxico transita hacia una normalización gradual, un choque de costos externo complicaría el panorama, aunque su magnitud dependerá del alcance, la temporalidad y las exenciones de los aranceles finales.
En lo inmediato, el sector privado en México estará atento a la letra fina: qué fracciones arancelarias quedarían sujetas, cómo se tratarán los componentes incorporados en bienes finales y si habrá trato diferencial bajo el T-MEC. Las autoridades mexicanas, por su parte, podrían activar canales de consulta y coordinarse con Canadá, que comparte preocupaciones similares por el encadenamiento productivo. También es probable que empresas adelanten envíos y ajusten contratos para mitigar riesgos, lo que podría generar picos transitorios en la actividad fronteriza.
En síntesis, la posibilidad de nuevos aranceles de Estados Unidos eleva la incertidumbre para la manufactura mexicana justo cuando el nearshoring sostiene el ciclo inversor. El desenlace dependerá de los detalles regulatorios y de la respuesta institucional bajo el T-MEC. Si las medidas son amplias y persistentes, México enfrentará presiones de costos y logística; si se acotan y coordinan, el impacto podría ser manejable. La vigilancia de los canales oficiales y la preparación empresarial serán determinantes en las próximas semanas.