Amenaza de aranceles al cobre sacude mercados e impacta dinamismo exportador de México

Las recientes declaraciones del expresidente estadounidense Donald Trump, quien propuso la imposición de aranceles del 50% a las importaciones de cobre, han generado preocupación entre los principales actores del comercio internacional y en especial para economías exportadoras como la mexicana. Esta propuesta, aunque aún no se concreta, trastocó la cotización internacional del metal, provocando incrementos históricos en el mercado estadounidense y una leve baja en Londres, evidenciando la sensibilidad global ante posibles medidas proteccionistas en torno a recursos estratégicos.
El cobre, fundamental no sólo para la construcción, sino también para el desarrollo de la transición energética —incluyendo el cableado de paneles solares, motores de vehículos eléctricos y la infraestructura de centros de datos—, ha visto dispararse su demanda durante los últimos años. Según la Agencia Internacional de la Energía, el consumo global del metal podría pasar de 26 a 33 millones de toneladas entre 2023 y 2035, cifra impulsada por la electrificación del transporte y el auge de la Inteligencia Artificial.
Estados Unidos fue históricamente autosuficiente en la producción de cobre, pero actualmente depende en gran medida de las importaciones provenientes de naciones como Chile —líder global en producción—, Canadá, Perú y México. En el caso mexicano, el cobre es uno de los principales productos mineros de exportación, generando miles de empleos directos y representando un eslabón crucial para la balanza comercial. Según datos del Servicio Geológico Mexicano, México figura entre los diez mayores productores mundiales de cobre, y Estados Unidos es un cliente clave para esta industria.
Desde la perspectiva de analistas internacionales, la imposición de un arancel tan elevado no sólo podría limitar la disponibilidad de cobre para la industria estadounidense, encareciendo insumos y afectando la competitividad de manufacturas de alto valor agregado, sino también tener consecuencias negativas para países exportadores. En el caso de México, surgiría el riesgo de reducción en los volúmenes de exportación hacia el vecino del norte, obligando a buscar nuevos mercados o a enfrentar presiones sobre los precios internos y empleo en el sector minero-metalúrgico.
Por otra parte, la amenaza añade un elemento de incertidumbre a la relación comercial entre México y Estados Unidos, en un momento en que la integración de las cadenas productivas y la regionalización han sido ejes de la estrategia económica mexicana. Cualquier endurecimiento del acceso al mercado estadounidense podría, de materializarse, tener impactos adversos sobre los flujos de inversión y la estabilidad del empleo en las comunidades mineras mexicanas.
Desde el ámbito global, los movimientos proteccionistas también despiertan inquietudes sobre el abastecimiento de materiales clave para la transición verde, y la posibilidad de que se frene el avance hacia objetivos de descarbonización o que se eleven los costos de tecnología emergente. En este contexto, México deberá mantenerse atento a la evolución de las políticas comerciales en su principal socio y continuar fortaleciendo su diversificación de mercados de exportación.
En suma, la amenaza de aranceles al cobre por parte de Estados Unidos ilustra la compleja interdependencia entre las naciones y la necesidad de estrategias flexibles tanto en política comercial como industrial. Para México, se trata de un llamado a la cautela y a la anticipación de escenarios en un contexto internacional marcado por la volatilidad y la competencia por recursos estratégicos.
De forma objetiva, la propuesta de aranceles al cobre destaca los riesgos del proteccionismo para economías integradas como la mexicana, subrayando la importancia de diversificar mercados y fortalecer la resiliencia de sectores clave ante posibles disrupciones en el comercio global.