Repunte de la informalidad laboral a 54.8% en el 2T; el desempleo permanece bajo y persisten brechas regionales

La informalidad laboral volvió a ganar terreno en el segundo trimestre del año. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi, la Tasa de Informalidad Laboral se ubicó en 54.8% de la población ocupada, un incremento de medio punto porcentual respecto al mismo periodo del año previo. En el llamado “sector informal” —personas que trabajan en unidades económicas no registradas— ya participan 17.2 millones de personas, 549 mil más que un año antes, lo que confirma el peso estructural de los micronegocios y actividades sin registro fiscal ni acceso a seguridad social.
La informalidad no se limita a los negocios no registrados. El Inegi clasifica como modalidades informales a quienes laboran sin prestaciones en empresas formales, al trabajo doméstico sin contrato y a labores agropecuarias sin seguridad social. Considerando todas estas modalidades, 32.6 millones de personas trabajaron en condiciones sin prestaciones ni cobertura de seguridad social, 398 mil más en la comparación anual. Por sexo, la informalidad alcanzó a 13.5 millones de mujeres (55.3%) y a 19.1 millones de hombres (54.5%), lo que implica que más de la mitad de la fuerza laboral permanece fuera de esquemas de empleo plenamente reconocidos.
Las diferencias territoriales siguen siendo marcadas. Los estados del sur-sureste concentran las mayores tasas de informalidad: Oaxaca (78.5%), Chiapas (78.0%) y Guerrero (76.0%). En contraste, entidades con base industrial más diversificada y fuerte integración con cadenas de exportación muestran menores proporciones: Nuevo León (33.7%), Coahuila (34.2%) y Chihuahua (34.3%). La brecha regional refleja no solo la estructura productiva, sino también el tamaño promedio de las unidades económicas, la densidad empresarial y la capacidad institucional para facilitar la formalización.
En paralelo, los indicadores de holgura laboral se movieron poco. La tasa de desocupación nacional se mantuvo en 2.7%, equivalente a 1.6 millones de personas sin empleo, prácticamente sin cambio anual. Hubo, no obstante, diferencias por género: el desempleo entre mujeres aumentó a 688 mil (31 mil más), mientras que entre hombres disminuyó a 936 mil (33 mil menos). La subocupación retrocedió ligeramente (de 7.4% a 7.2%) y las condiciones críticas de ocupación bajaron de 36.7% a 32.5%, lo que sugiere avances en horas trabajadas e ingresos, aunque con mayor peso del empleo sin prestaciones.
El repunte de la informalidad ocurre en un contexto mixto: el mercado laboral mantiene bajo desempleo y demanda de mano de obra en sectores ligados a la exportación y a servicios, pero persisten barreras para la formalización. Entre los factores de fondo destacan la prevalencia de micronegocios de baja productividad, los costos y procesos de cumplimiento para pequeñas unidades económicas, la limitada cobertura de seguridad social para trabajadores por cuenta propia y la dispersión de programas de apoyo que no siempre incentivan la transición hacia la formalidad.
En la coyuntura macroeconómica, México ha mostrado resiliencia del consumo interno y una actividad manufacturera sostenida por la relocalización de proveeduría hacia Norteamérica. Este fenómeno ha impulsado la creación de empleos formales en polos del norte y el Bajío, pero su derrama hacia el resto del territorio es gradual. Al mismo tiempo, la inflación se mantiene por encima del objetivo del banco central y la política monetaria sigue siendo restrictiva, lo que contiene la demanda pero también modera el costo del financiamiento para empresas pequeñas. El poder adquisitivo del salario mínimo ha mejorado en años recientes, un avance que coexiste con la presión que pueden enfrentar micronegocios para absorber mayores costos laborales sin apoyo productivo o financiero.
De cara a los próximos trimestres, la ruta para reducir la informalidad pasa por combinar crecimiento con productividad y política pública focalizada: simplificación y difusión de regímenes fiscales para pequeños contribuyentes, mayor acceso al crédito y a pagos digitales (como transferencias vía QR), esquemas de seguridad social asequibles para trabajadores independientes y servicios de cuidado que faciliten la participación femenina en empleos formales. La inversión en infraestructura en el sur-sureste y la consolidación de polos logísticos pueden abrir oportunidades, pero su impacto dependerá de la capacidad para atraer empresas con encadenamientos locales y para acompañar a los micronegocios en su transición a la formalidad.
En síntesis, la economía combina un desempleo bajo con un incremento de la informalidad y fuertes contrastes regionales. La clave estará en traducir la inversión y la relocalización en empleos formales más allá de los clústeres exportadores, mientras se reducen costos de cumplimiento y se fortalecen incentivos a la formalización. La evolución de la inflación, el financiamiento a pymes y la ejecución de políticas de apoyo productivo marcarán el tono del mercado laboral en la segunda mitad del año.