Automotrices japonesas piden certidumbre en el T-MEC; México busca blindar su papel en la cadena norteamericana
La industria automotriz de Japón llamó a preservar sin sobresaltos la integración productiva de Norteamérica de cara a la revisión del T-MEC en 2026, al subrayar que está en juego la protección de unos 87,000 millones de dólares invertidos en la región. La postura, enviada por la Asociación de Fabricantes de Automóviles de Japón (JAMA) a la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos, pone el reflector en México, donde el sector automotor es un ancla de exportaciones, empleo formal y llegada de capitales en el ciclo de relocalización manufacturera.
JAMA, que agrupa a 14 marcas, defendió la red de producción trinacional que reparte procesos entre Estados Unidos, México y Canadá, con plantas de vehículos, motores, transmisiones, partes y, crecientemente, baterías. El corazón del argumento: reglas claras y estabilidad en el T-MEC sostienen decisiones de inversión de largo plazo, mantienen la zona libre de aranceles y permiten ofrecer autos a precios más accesibles en un entorno de crédito caro. La asociación recordó que alrededor de tres cuartas partes de los vehículos que venden en Estados Unidos se ensamblan dentro de la región.
El debate sobre costos al consumidor también fue retomado por los distribuidores de marcas internacionales en Estados Unidos (AIADA), que advirtieron que nuevas cargas arancelarias encarecerían los autos y restarían ventas. De acuerdo con su análisis, el precio promedio de un vehículo nuevo en ese mercado superó por primera vez los 50,000 dólares en septiembre de 2025 y los pagos mensuales rondan los 800 dólares; además, estimaciones del Center for Automotive Research calculan impactos de hasta 4,600 dólares por unidad hacia 2027 si se endurecen las barreras.
Para México, la continuidad de la integración automotriz es estratégica. El país alberga una docena de plantas de marcas japonesas y una densa red de proveedores en el Bajío y el norte, con cadenas que cruzan la frontera a diario. El sector aporta una fracción relevante del PIB manufacturero y casi una tercera parte de las exportaciones totales, y ha sido uno de los principales beneficiarios del nearshoring. No obstante, persisten cuellos de botella: necesidades de expansión y confiabilidad eléctrica, saturación logística en cruces fronterizos y la presión de un peso apreciado que abarata insumos importados pero resta competitividad en precios de exportación.
La transición hacia vehículos eléctricos y la nueva arquitectura regulatoria en Estados Unidos (incluida la elegibilidad de incentivos y restricciones de contenido) redefinen la ecuación de inversión. Firmas japonesas han anunciado plantas de baterías y proyectos de electrificación en territorio estadounidense, pero el eslabón mexicano deberá acelerar su propio ecosistema: capacitación especializada, mayor contenido local de alto valor y certidumbre regulatoria —incluida la energética— para captar eslabones de baterías, componentes electrónicos y software automotriz. El fallo de 2023 que aclaró el cómputo de las reglas de origen bajo el T-MEC sigue siendo un referente técnico de cara a 2026.
En el frente laboral, el sindicato automotriz de Estados Unidos (UAW) exige elevar pisos salariales regionales y cuestiona el cumplimiento de México, al argumentar que los salarios siguen rezagados. México, por su parte, ha avanzado en la implementación de la reforma laboral, con casos emblemáticos atendidos vía el Mecanismo de Respuesta Rápida del T-MEC y aumentos significativos del salario mínimo en los últimos años. La discusión de fondo en 2026 será equilibrar competitividad con mejores estándares laborales, evitando una carrera de aranceles o reglas que fragmenten las cadenas productivas.
Las implicaciones para la economía mexicana son claras: si la revisión del T-MEC preserva certidumbre y coordina la transición tecnológica, es probable que continúen los flujos de inversión y la diversificación de proveedores. Un giro proteccionista, en cambio, elevaría costos, tensaría precios al consumidor y podría frenar el impulso exportador. En el corto plazo, el reto doméstico es acelerar infraestructura, energía y capital humano; en el externo, mantener una agenda técnica que blinde la integración frente a ciclos políticos.
En suma, el mensaje de JAMA y de los distribuidores en Estados Unidos converge en la necesidad de certidumbre y coordinación regional. Para México, el balance entre competitividad, cumplimiento laboral y capacidad energética será determinante para sostener su papel como plataforma automotriz de Norteamérica durante la revisión del T-MEC y los años siguientes.





