Analistas elevan previsión de PIB y advierten que la política exterior seguirá pesando sobre el desempeño

Los pronósticos privados para la economía mexicana mejoraron marginalmente, al tiempo que crecen las alertas sobre los riesgos provenientes del frente externo. De acuerdo con la encuesta de expectativas del Banco de México a grupos de análisis locales y extranjeros, el consenso elevó su previsión de crecimiento para este año a 0.4% desde 0.3% y recortó la expectativa de inflación general a 3.97% desde 4.04%. Aun con ese ajuste, los especialistas subrayan que la política exterior y la debilidad de la demanda global continúan siendo los mayores obstáculos para el dinamismo del país.
En su reciente informe trimestral, el banco central destacó que los aranceles aplicados por Estados Unidos han tenido un efecto acotado en las exportaciones gracias al paraguas del T-MEC. En paralelo, la propia autoridad monetaria mejoró su estimación de crecimiento para este año a 0.6% desde 0.1% previo, al reconocer que la actividad ha resistido mejor de lo previsto en un entorno internacional complejo. La lectura de Banxico es que el impacto de cambios en la política económica estadounidense podría tardar en materializarse, lo que daría cierto margen al desempeño local en el corto plazo.
El contexto macroeconómico combina luces y sombras. El consumo interno se ha sostenido por un mercado laboral relativamente firme, incrementos salariales y flujos de remesas, mientras que la inversión vinculada al reordenamiento de cadenas (nearshoring) mantiene el interés en sectores manufactureros y logísticos del norte y el Bajío. Del otro lado, la desaceleración industrial en Estados Unidos y la moderación del comercio global limitan el avance de las exportaciones, en especial de automotriz y equipo eléctrico. La inflación continúa descendiendo hacia el objetivo, aunque la presión en servicios y la inercia inflacionaria obligan a la cautela.
Los riesgos de política exterior se concentran en posibles ajustes arancelarios o medidas regulatorias en Norteamérica, así como en disputas comerciales en curso. La revisión del T-MEC prevista para 2026 asoma en el horizonte y podría reconfigurar reglas de origen, estándares laborales y energéticos. A corto plazo, la definición de la política comercial estadounidense y los procesos de verificación de cumplimiento pueden introducir ruido en flujos de comercio e inversión. Disputas específicas —como las relacionadas con energía o productos agrícolas— seguirán bajo la lupa de los mercados.
En lo doméstico, la trayectoria de la política monetaria dependerá de la desinflación efectiva y de la postura de la Reserva Federal. Si la inflación converge de forma sostenida hacia la meta, Banxico tendría espacio para recortes graduales de la tasa, aunque la comunicación reciente sugiere que privilegiará la prudencia para no desanclar expectativas. En el frente fiscal, tras un incremento del déficit en 2024, se espera una consolidación paulatina, con implicaciones para la inversión pública y el crecimiento potencial. La solvencia de Pemex, la disponibilidad de energía eléctrica y agua, y la certeza regulatoria serán factores clave para convertir el interés por el nearshoring en proyectos productivos concretos.
Hacia adelante, el escenario base apunta a un crecimiento modesto pero positivo, con la demanda interna amortiguando la debilidad externa. La balanza de riesgos permanece sesgada a la baja por factores exógenos, aunque la continuidad del T-MEC, la estabilidad macro y el avance de proyectos de infraestructura podrían mitigar parte de los choques. La atención del mercado se centrará en la evolución de la inflación de servicios, la volatilidad cambiaria y las señales sobre la revisión del acuerdo comercial de Norteamérica.
En síntesis, la economía mexicana mejora en el margen su perspectiva para 2025, pero la ruta sigue condicionada por el entorno externo. Los avances en inflación abren la puerta a una postura monetaria menos restrictiva, siempre que no repunten las presiones de precios. El reto será traducir el nearshoring en mayor productividad e inversión, mientras se gestionan los riesgos de política exterior y se preserva la estabilidad macro.