Economía mexicana rumbo a 2026: T-MEC, inflación a prueba y un peso menos “súper”

07:00 26/12/2025 - PesoMXN.com
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Economía mexicana rumbo a 2026: T-MEC, inflación a prueba y un peso menos “súper”

De cara a 2026, el consenso entre analistas es que México podría transitar un año de crecimiento moderado, con oportunidades ligadas a la integración con Norteamérica, pero también con límites claros: menor margen fiscal, un entorno externo volátil y presiones internas asociadas a productividad, informalidad y certidumbre regulatoria. La revisión del T-MEC y la trayectoria de la inflación —claves para la política monetaria— destacan como los factores que más influirán sobre inversión, consumo y tipo de cambio.

La expectativa de expansión del PIB para 2026 se ubica, en distintos escenarios, alrededor de 1% a 1.5%, tras un 2025 de desempeño débil. Ese “rebote” sería insuficiente para cerrar brechas estructurales, pero ayudaría a estabilizar el ciclo económico si se mantiene el dinamismo exportador y el mercado laboral evita un deterioro significativo. En el trasfondo, el desempeño de Estados Unidos seguirá siendo determinante: una desaceleración más marcada en ese país afectaría manufacturas, logística y remesas, uno de los amortiguadores del consumo en muchas regiones.

En el frente comercial, la revisión del T-MEC se perfila como un proceso técnico, pero políticamente sensible. Para México, el principal beneficio de una negociación ordenada sería la certidumbre: reglas claras facilitan decisiones de inversión en industrias vinculadas a exportación —automotriz, electrónica, maquinaria y equipo—, precisamente donde el nearshoring ha elevado el interés por reconfigurar cadenas de suministro. Sin embargo, los temas de origen y contenido regional podrían endurecerse, particularmente para reducir insumos provenientes de Asia en segmentos como autos y autopartes. También se anticipa mayor escrutinio en compromisos laborales y en obstáculos no arancelarios, rubros donde la fricción puede traducirse en paneles o presiones reputacionales para empresas y gobierno.

El capítulo energético aparece como otro foco recurrente. Inversionistas de Estados Unidos y Canadá han insistido en “piso parejo” frente a empresas estatales, y aunque el desenlace más probable es la continuidad del tratado, el costo de una relación bilateral tensa suele reflejarse en decisiones de inversión y en primas de riesgo. En un momento en que México compite por capital con otros destinos —y necesita acelerar infraestructura eléctrica, agua y logística—, la señal de gobernanza y cumplimiento normativo gana peso en la ecuación.

En inflación, la lectura base es de estabilidad con episodios de presión. Tras periodos de desinflación apoyados por menores precios agropecuarios y una política monetaria restrictiva, el reto es evitar rebrotes por ajustes fiscales, aranceles o choques en energéticos y alimentos. Para 2026 se anticipan presiones temporales derivadas de cambios impositivos y medidas comerciales; aun así, el escenario central supone que estos efectos se disipen y la inflación cierre cerca del rango objetivo ampliado, aunque con una trayectoria que podría ser más irregular que en 2025.

Esto es relevante para el Banco de México: si la inflación se mantiene controlada y la actividad sigue débil, Banxico tendría espacio para continuar con recortes graduales. Pero si repunta la inflación o se deterioran expectativas, el banco central se vería obligado a pausar, encareciendo el crédito y afectando inversión y consumo. El costo financiero de la deuda pública y privada también depende de esta ruta: tasas altas por más tiempo presionan finanzas públicas y márgenes empresariales, especialmente en sectores intensivos en financiamiento.

Del lado fiscal, 2026 arranca con una restricción clara: la necesidad de consolidación tras déficits elevados en años recientes. Sin margen para un estímulo contracíclico amplio, el desempeño de la economía dependerá más de inversión privada, exportaciones y eficiencia del gasto. Los riesgos pasan por una recaudación menor a la prevista —si el crecimiento se queda corto— y por supuestos optimistas sobre reducción de tasas. En este contexto, la autoridad enfrenta el reto de mejorar ingresos sin elevar impuestos generales: combatir evasión, fortalecer fiscalización, cobrar adeudos y, sobre todo, ampliar la base vía formalización, un pendiente histórico.

El tipo de cambio también podría reflejar el cambio de ciclo. Tras episodios de fortaleza del peso asociados a altos diferenciales de tasas, entrada de capitales y una narrativa favorable de nearshoring, varios pronósticos apuntan a una depreciación gradual en 2026, más consistente con un dólar firme y con la disminución de los factores que sostuvieron al llamado “superpeso”. La trayectoria esperada, no obstante, depende de dos variables: que la revisión del T-MEC no escale a un conflicto prolongado y que la aversión al riesgo global no repunte por tensiones comerciales o geopolíticas.

En el ámbito sectorial, un catalizador relevante será el Mundial de Futbol 2026, que puede impulsar servicios como hospedaje, transporte, alimentos y entretenimiento, además de detonar inversiones puntuales en infraestructura y remodelaciones. Su efecto macro, sin embargo, tiende a ser acotado y temporal: el impacto más duradero dependerá de si las obras dejan capacidad logística y turística aprovechable después del evento y si se traduce en mayor productividad urbana.

La mirada de mediano plazo remite a los mismos cuellos de botella: baja productividad, informalidad, debilidad del Estado de derecho en percepción, y brechas de capital humano. Para convertir el nearshoring en crecimiento sostenido, México requiere acelerar inversión en infraestructura (energía, agua, carreteras, puertos), fortalecer educación técnica y capacitación, y dar certidumbre regulatoria. También se abre una oportunidad en transición energética y manufactura avanzada: electromovilidad, dispositivos electrónicos y servicios digitales pueden escalar si hay reglas claras, electricidad suficiente y seguridad para operar.

En el entorno global, el desempeño de la Reserva Federal y la política comercial de Estados Unidos seguirán marcando el pulso. Presiones para recortar tasas, riesgos de una segunda ola inflacionaria y episodios de volatilidad por aranceles pueden mover flujos hacia refugios (bonos, metales) o de regreso a activos de riesgo. Para México, la transmisión ocurre por tipo de cambio, costo de financiamiento, demanda externa y expectativas de inversión.

Observación final: 2026 se perfila como un año de crecimiento moderado y alta dependencia de certidumbre. Una revisión ordenada del T-MEC, inflación contenida y disciplina fiscal podrían sostener un avance gradual; en contraste, un choque externo o una negociación comercial áspera elevarían volatilidad y encarecerían el financiamiento. El balance, por ahora, sugiere continuidad con riesgos al alza y a la baja, donde las decisiones de política pública e inversión en productividad serán las que definan si México convierte la coyuntura en una senda de expansión más sólida.

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