Francia acelera su apuesta por México para reordenar cadenas de suministro y reducir la dependencia de Asia
La visita reciente del presidente Emmanuel Macron consolidó un mensaje que el empresariado francés ya venía procesando: en un entorno de tensiones geopolíticas, mayores costos logísticos y nuevas barreras comerciales, México emerge como plataforma para reconfigurar cadenas de suministro con inversión productiva, no solo con más comercio. La estabilidad regulatoria que ofrece el T-MEC y la cercanía con Estados Unidos colocan al país como un ancla para sustituir insumos provenientes de Asia y robustecer la resiliencia industrial hacia América del Norte y Europa.
De acuerdo con líderes empresariales franceses, el reacomodo global —marcado por aranceles adicionales de Estados Unidos a productos chinos, costos energéticos más altos y mayores exigencias de trazabilidad— obliga a relocalizar procesos. En ese mapa, México no compite contra China por precio, sino por certidumbre, proximidad al mercado estadounidense y compatibilidad regulatoria. La lógica es instalar plantas, ingeniería y servicios posventa en territorio mexicano para reducir riesgos, acortar tiempos de entrega y asegurar estándares ambientales y laborales que ya demandan los compradores internacionales.
La huella francesa en México se ha ampliado en sectores de alto valor agregado. Registros empresariales y de inversión dan cuenta de una presencia cercana a 700 compañías galas y una inversión acumulada superior a los 13,000 millones de dólares, con operaciones en aeronáutica, automotriz, energía, infraestructura y farmacéutica. Alstom participa en proyectos ferroviarios estratégicos; Safran y Forvia continúan expandiendo capacidades en el Bajío; y firmas de ingeniería como Fives colaboran en tecnologías de descarbonización y economía circular junto con empresas mexicanas del cemento y materiales de construcción. En agroindustria y farmacia, el potencial de integración de proveedores nacionales también gana terreno.
El ciclo macroeconómico de México ha ofrecido un piso de estabilidad para esta estrategia. La política monetaria restrictiva del Banco de México contuvo la inflación tras el choque pospandemia y contribuyó a un tipo de cambio relativamente sólido durante 2023-2024. Al mismo tiempo, el país registró flujos vigorosos de inversión extranjera directa y un crecimiento sostenido de las exportaciones manufactureras hacia Estados Unidos. Aunque los salarios mínimos han aumentado de forma significativa en los últimos años —presionando algunos costos—, la productividad, la escala industrial y los menores tiempos logísticos mantienen la ventaja comparativa frente a Europa y Asia en múltiples eslabones.
El avance, sin embargo, depende de resolver cuellos de botella. La disponibilidad de energía —particularmente limpia—, la expansión de la red de transmisión, la gestión del agua en polos industriales del norte y el Bajío, y la seguridad logística son condiciones necesarias para sostener el nearshoring. La ocupación elevada de parques industriales en la frontera norte y Monterrey obliga a acelerar nuevos desarrollos y a diversificar polos de inversión hacia el centro y el sureste, con infraestructura de transporte y aduanas que permita escalar operaciones sin elevar costos.
El entorno regulatorio también será decisivo. La revisión del T-MEC en 2026 pondrá bajo la lupa disciplinas laborales, reglas de origen en automotriz y mecanismos de solución de controversias. En paralelo, Europa avanza con instrumentos climáticos como el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM), que exigirá reducir la intensidad de emisiones verificables en insumos y procesos. En este terreno, la convergencia entre el plan industrial de la administración de Claudia Sheinbaum —con énfasis en descarbonización, electromovilidad y economía circular— y la experiencia tecnológica francesa en eficiencia energética y reciclaje puede acelerar la integración de proveedores mexicanos a cadenas europeas.
El foco sectorial es claro: la aeronáutica en Querétaro y el Bajío, la automotriz y de autopartes en el norte y el centro, además de agroalimentario y farmacéutico. El reto inmediato es “bajar” oportunidades a niveles Tier 2 y Tier 3, con programas de desarrollo de proveedores, certificaciones de calidad y financiamiento para capital de trabajo. Inventariar capacidades locales, organizar misiones empresariales y realizar pruebas técnicas conjuntas facilitará contratos de largo plazo y transferencia de tecnología, un paso clave para que México sustituya insumos asiáticos sin perder estándares ni tiempos.
En perspectiva, el corredor manufacturero México–Estados Unidos–Canadá seguirá captando proyectos si hay certidumbre jurídica, energía suficiente y una agenda de facilitación comercial en cruces fronterizos, puertos y ferrocarriles. El sureste —con corredores logísticos en desarrollo— ofrece márgenes de expansión, pero requiere infraestructura y mano de obra especializada. Para Francia, asegurar proveedores confiables en México mitiga la exposición a Asia; para México, el capital francés aporta empleos mejor remunerados, transferencia tecnológica y un puente hacia mercados con regulación climática más exigente.
En suma, la oportunidad está delineada: el nearshoring se afianza y Francia ve en México un socio para reconstituir cadenas críticas. El desenlace dependerá de la capacidad de ambos países para convertir memorandos en inversión productiva, acelerar la transición energética y robustecer la infraestructura. Si esos elementos se alinean, la sustitución de insumos asiáticos puede traducirse en mayor valor agregado local y exportaciones más resilientes.





