México entra a la era de la economía plateada: un mercado en expansión y una presión creciente sobre pensiones y salud

07:00 29/12/2025 - PesoMXN.com
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México está envejeciendo más rápido de lo que su economía y sus políticas públicas se están ajustando. La población de 60 años y más ya ronda los 17 millones de personas (cerca de 13% del total) y, de acuerdo con proyecciones demográficas oficiales, su peso seguirá aumentando en las próximas décadas. El cambio no solo transformará la vida familiar y el mercado laboral: también abre una ventana de negocios —la llamada economía plateada— y, al mismo tiempo, eleva el costo fiscal de pensiones, salud y cuidados de largo plazo.

La idea tradicional del retiro pasivo perdió vigencia. Un segmento creciente de personas mayores mantiene actividad económica, viaja, consume servicios, adopta herramientas digitales y administra patrimonio. Para el mercado interno, esto implica que una parte cada vez mayor del gasto de los hogares se concentrará en edades avanzadas. En países como Japón y varias economías europeas, el envejecimiento detonó industrias completas vinculadas a vivienda asistida, turismo especializado, dispositivos médicos, telemedicina y servicios financieros adaptados; en México, el potencial existe, pero la oferta todavía es limitada y dispersa.

Las señales de demanda son claras. Encuestas de consumo entre pensionados muestran que buena parte del gasto mensual se concentra en alimentos, servicios y salud, y que, si hubiera ingreso adicional, la prioridad seguiría siendo la atención médica y el bienestar. Esto ocurre además en un contexto en el que la inflación, aunque más controlada que en 2022-2023, sigue siendo un factor que afecta con fuerza a quienes viven de ingresos fijos, mientras que el encarecimiento de medicamentos, consultas y estudios presiona el presupuesto de los hogares con integrantes mayores.

El mercado plateado, sin embargo, no es uniforme. Conviven personas con pensiones relativamente estables, vivienda propia o apoyo familiar, con otras que llegaron a la vejez desde la informalidad, sin ahorro suficiente y con acceso irregular a servicios de salud. Esta heterogeneidad es clave para entender por qué el envejecimiento puede ser, simultáneamente, un motor de consumo y una fuente de vulnerabilidad social. México mantiene una elevada informalidad laboral y niveles de cobertura contributiva incompletos, lo que limita el acceso a pensiones financiadas por cotizaciones y empuja a muchas familias a sostener cuidados con recursos propios.

En términos de negocio, las oportunidades se extienden desde soluciones de salud (telemedicina, monitoreo remoto, nutrición especializada, atención a domicilio) hasta vivienda y comunidad (modelos de cohousing, adecuación de hogares, servicios de asistencia), además de turismo accesible y productos financieros diseñados para etapas de retiro. Estados con envejecimiento más acelerado, como Ciudad de México, Veracruz y Morelos, podrían convertirse en laboratorios naturales de innovación en servicios para adultos mayores, siempre que se combine inversión privada con infraestructura pública y entornos urbanos más accesibles.

Un componente que empieza a ganar visibilidad es el emprendimiento sénior. La experiencia acumulada puede traducirse en negocios con mejor lectura de riesgos y oportunidades, pero persisten barreras: edadismo en contratación, dificultades de acceso al crédito y rezagos digitales. En México, la digitalización bancaria y de pagos avanzó con fuerza en los últimos años, pero no permea por igual en la población mayor. Reducir esa brecha —con capacitación práctica y productos financieros más simples— podría elevar productividad, ampliar ingresos complementarios y mejorar autonomía económica.

El otro lado del fenómeno es fiscal. El gasto en pensiones ya consume una proporción relevante del presupuesto y compite con rubros como salud, educación e inversión pública. A esto se suma el incremento de transferencias a personas mayores, que tienen un peso social y político creciente. El problema no es solo el monto actual, sino su trayectoria: con más beneficiarios y mayor esperanza de vida, el costo seguirá escalando. Analistas y centros de investigación han advertido que, sin ajustes, la presión pensionaria puede convertirse en uno de los principales condicionantes de las finanzas públicas en la próxima década, justo cuando el país también necesita recursos para infraestructura, seguridad, agua y transición energética.

La presión también se trasladará al sistema de salud. México enfrenta una alta prevalencia de enfermedades crónicas —diabetes, hipertensión, obesidad— que incrementan la demanda de atención conforme avanza la edad. Envejecimiento con alta carga de cronicidad suele traducirse en mayor gasto en hospitalización, medicamentos y cuidados prolongados. Si no se fortalece la prevención y la atención primaria, el país podría enfrentar una combinación compleja: más demanda sanitaria y menos margen presupuestal.

Los cuidados de largo plazo son, probablemente, el tema menos resuelto. Con familias más pequeñas y menor natalidad, el “bono” de cuidadores familiares tiende a reducirse. En muchos hogares, el cuidado recae en mujeres y se resuelve fuera del mercado, pero el aumento de dependencia en edades avanzadas está empujando servicios privados cuyo costo puede superar el ingreso promedio familiar. Esto anticipa tensiones: más gasto de bolsillo, mayor riesgo de empobrecimiento por motivos de salud y una necesidad creciente de esquemas comunitarios, aseguramiento o apoyos focalizados.

De fondo, México transita su cambio demográfico mientras intenta sostener crecimiento con un entorno global incierto. El nearshoring y la relocalización siguen presentes como oportunidad, pero requieren inversión, energía confiable, logística y capital humano. En ese marco, integrar a trabajadores mayores —con esquemas flexibles, reconversión de habilidades y combate a la discriminación por edad— podría ayudar a aliviar presiones de oferta laboral en ciertos sectores, al tiempo que incrementa ingresos y consumo interno.

En perspectiva, el envejecimiento no es únicamente un desafío presupuestal: es una reconfiguración del mercado y del contrato social. El país puede capturar el valor económico de una población mayor más activa —con innovación en salud, vivienda, servicios financieros y empleo—, pero si mantiene un ajuste lento en pensiones, cuidados y productividad, el costo fiscal y social crecerá más rápido que las soluciones disponibles.

En síntesis, la economía plateada perfila un mercado interno más grande y sofisticado, pero llega acompañada de una presión estructural sobre pensiones, salud y cuidados. El reto para México será equilibrar inclusión y sostenibilidad: aprovechar el consumo y el talento de las personas mayores, mientras se fortalece la prevención sanitaria, se modernizan esquemas de retiro y se construye una oferta de cuidados que no desborde ni a las familias ni al presupuesto público.

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