Repunte del PIB en Estados Unidos reacomoda expectativas y puede influir en el tipo de cambio y las tasas en México
La economía de Estados Unidos sorprendió con un crecimiento anualizado de 4.3% en el tercer trimestre de 2025, de acuerdo con cifras preliminares del Departamento de Comercio (BEA) difundidas con retraso por el cierre parcial del gobierno (“shutdown”). El dato, por encima de lo que anticipaba el consenso, refuerza la idea de que la demanda interna estadounidense sigue resistente pese al entorno de tasas altas y a la volatilidad asociada a cambios en política comercial y fiscal.
El avance trimestral fue de 1.1% frente al segundo trimestre. El reporte atribuye el dinamismo principalmente al consumo, las exportaciones y el gasto público, mientras que la inversión mostró una contracción que moderó el resultado final. En la lectura de los mercados, un crecimiento tan fuerte reduce la urgencia de recortes inmediatos de la Reserva Federal (Fed), lo que suele traducirse en rendimientos más altos en bonos de Estados Unidos y un dólar relativamente más firme.
Para México, el dato no es menor: la economía mexicana está estrechamente vinculada a la estadounidense a través de exportaciones manufactureras, cadenas de suministro y flujos financieros. Un Estados Unidos creciendo por arriba de lo previsto tiende a favorecer la demanda de bienes producidos en México —en particular autos, autopartes, equipo eléctrico y electrónicos—, aunque el efecto neto depende de si ese dinamismo se acompaña de estabilidad comercial y de condiciones financieras que no se endurezcan demasiado.
La reacción financiera suele operar por dos vías. La primera es el tipo de cambio: si el mercado interpreta que la Fed mantendrá tasas altas por más tiempo, aumenta el atractivo relativo de los activos en dólares, lo que puede presionar al peso en episodios de aversión al riesgo. La segunda es la trayectoria de tasas locales: aunque Banco de México define su política con base en la inflación doméstica, un entorno de tasas altas en Estados Unidos suele limitar el margen para recortes rápidos en México si se busca evitar volatilidad cambiaria y preservar diferenciales atractivos para inversionistas.
En el frente interno, México llega a este punto con señales mixtas: por un lado, la inversión asociada al nearshoring y a la reconfiguración de cadenas globales sigue siendo un tema estructural relevante; por otro, el crecimiento se enfrenta a retos como la desaceleración industrial en algunos periodos, la cautela empresarial ante la incertidumbre regulatoria, y cuellos de botella persistentes en energía, agua y logística en ciertas regiones. Además, el costo del financiamiento —aún elevado en términos reales— continúa influyendo en el consumo durable y en decisiones de expansión de empresas, especialmente en pymes.
El reporte estadounidense también reaviva el debate sobre la calidad del crecimiento. En la nota del BEA, el consumo fue un motor clave, y algunos análisis en Estados Unidos advierten sobre una expansión apoyada de forma importante en rubros tecnológicos —como inversiones relacionadas con inteligencia artificial y centros de datos—, con menor tracción en sectores tradicionales. Para México, ese matiz importa porque una expansión concentrada en tecnología y servicios puede no traducirse plenamente en demanda industrial importadora, a diferencia de un ciclo más generalizado de manufactura y construcción.
En comercio exterior, un mayor crecimiento en Estados Unidos normalmente impulsa exportaciones mexicanas; sin embargo, el panorama puede complicarse si se retoman episodios de tensiones arancelarias o cambios en reglas de origen, temas que históricamente elevan costos e introducen incertidumbre en decisiones de inversión. En ese sentido, el desempeño del PIB estadounidense convive con un “futuro incierto” en materia de política comercial, lo que obliga a las empresas a diversificar proveedores, reforzar cumplimiento y, en algunos casos, replantear inventarios.
Hacia adelante, el principal punto de vigilancia para México será el balance entre el impulso externo y las condiciones financieras. Si la Fed prolonga el periodo de tasas restrictivas por la fortaleza del crecimiento, el costo del capital puede seguir alto, con impactos en crédito, vivienda e inversión. Pero si el crecimiento estadounidense sostiene la demanda por exportaciones mexicanas, podría amortiguar parte de la desaceleración interna y apoyar el empleo manufacturero, especialmente en el norte y el Bajío.
En síntesis, el repunte del PIB estadounidense fortalece el escenario de demanda externa para México, pero al mismo tiempo puede retrasar recortes de tasas en Estados Unidos y endurecer las condiciones financieras globales. El efecto final dependerá de la evolución de la inflación, la postura de la Fed y Banxico, y de que el entorno comercial se mantenga estable para que el mayor dinamismo de nuestro principal socio se traduzca en inversión y exportaciones sostenibles.