Banorte repliega su apuesta de banca 100% digital: Bineo se vende a Klar tras no alcanzar el punto de equilibrio
La experiencia de Bineo, el banco digital que Grupo Financiero Banorte lanzó con la ambición de competir de tú a tú con los nuevos jugadores tecnológicos, terminó por reconfigurarse en menos de un año de operación: el proyecto no alcanzó la rentabilidad esperada en el plazo previsto y su tecnología será absorbida por Klar, una fintech que busca dar el salto a una oferta bancaria más amplia en México.
Bineo se concibió desde 2019, cuando la banca tradicional anticipaba una entrada más agresiva de grandes tecnológicas y el ecosistema fintech mexicano empezaba a ganar tracción. En ese momento, Banorte diseñó una estrategia con tres frentes: acelerar la digitalización del banco “madre”, tejer alianzas y construir una institución independiente, sin sucursales y montada en infraestructura en la nube. En paralelo, la alianza con Rappi para emitir Rappicard apuntaba al mismo objetivo: captar usuarios jóvenes y más digitales, en un mercado bancario donde la base de clientes tiende a envejecer.
Sin embargo, el entorno cambió con rapidez. La pandemia aceleró el uso de canales digitales en toda la banca, y lo que antes era diferenciador —abrir cuentas desde el celular, operar sin sucursal, contratar productos en línea— se volvió estándar. Banorte, de hecho, avanzó de forma marcada en su app y banca en línea, integrando cada vez más servicios con alta adopción. En ese contexto, un banco digital “separado” comenzó a competir por atención y presupuesto con la transformación digital del propio grupo.
Además, el mercado mexicano se volvió más competido y sofisticado. Entraron y crecieron neobancos y fintechs con ofertas enfocadas en tarjeta de crédito, pagos, recompensas y, sobre todo, rendimientos elevados en productos de captación. Las Sofipos —figura regulada que se expandió notablemente en los últimos años— ofrecieron tasas de doble dígito en un periodo de tasas altas, lo que elevó la vara de la propuesta de valor. Para un banco nuevo, construir escala y una “canasta” de productos rentable se volvió más difícil y costoso.
El lanzamiento de Bineo también enfrentó un reto de tiempos: aunque el proyecto se trabajó durante años, su licencia llegó hacia finales de 2023 y el arranque público fue en enero de 2024. Para entonces, los competidores nativos digitales ya habían ganado reconocimiento y usuarios; muchos empezaron por tarjeta de crédito y después ampliaron a cuentas y otros servicios. Bineo tomó el camino inverso, con una oferta inicial acotada, lo que complicó acelerar adquisición de clientes y transacciones con márgenes suficientes.
Fuentes del sector señalan que otro factor fue la gobernanza del proyecto: aunque se buscó independencia operativa, la toma de decisiones y el ritmo de inversión terminaron condicionados por prioridades del grupo. En un entorno de costos tecnológicos crecientes y presión por eficiencia, el equilibrio entre “experimentar” y “escalar” suele ser frágil, en particular cuando el negocio debe justificar rápidamente su punto de equilibrio ante un consejo corporativo.
El telón de fondo macro también importa. México llegó a 2024 con un panorama mixto: crecimiento moderado, finanzas públicas bajo presión por mayores compromisos de gasto y un ciclo de política monetaria que, aunque empezó a girar gradualmente hacia recortes, mantuvo por meses condiciones financieras restrictivas. En la banca, tasas altas benefician márgenes financieros en ciertos portafolios, pero también encarecen fondeo y elevan el costo de adquirir clientes cuando el usuario exige rendimientos altos y beneficios inmediatos. Para una nueva marca sin escala, esto puede traducirse en un camino más largo para alcanzar rentabilidad.
En ese contexto, Banorte optó por concentrar esfuerzos en su plataforma principal —con millones de clientes y productos ya integrados— y poner Bineo en venta. La transacción fue anunciada como un movimiento estratégico: menos “pistas” por correr (Banorte, Rappicard y Bineo) y más foco en el canal digital del banco con mayor tracción. Para Banorte, Bineo dejó aprendizajes sobre atención digital, operación en la nube y diseño de productos; para Klar, representó una oportunidad de adquirir infraestructura bancaria ya construida y con bajo riesgo regulatorio relativo.
La compra por parte de Klar, cuyo monto no se hizo público, refuerza una tendencia: la consolidación selectiva en el ecosistema financiero digital. Varias fintech han buscado ampliar licencias y capacidades para migrar de modelos limitados —por ejemplo, los de captación y crédito bajo esquemas no bancarios— hacia estructuras que les permitan escalar productos con mayor amplitud (tarjetas, cuentas, crédito de nómina, financiamiento a pymes). Al mismo tiempo, el regulador mantiene un escrutinio creciente sobre prevención de lavado, ciberseguridad y gestión de riesgos, lo que eleva costos de cumplimiento y favorece a quienes pueden invertir sostenidamente.
Hacia adelante, el caso Bineo sugiere que la diferenciación en México ya no se logra solo con “ser digital”, sino con propuesta integral, precios competitivos, experiencia consistente y, sobre todo, economía unitaria sostenible. En un país con brechas relevantes de inclusión financiera —donde el efectivo aún domina muchas transacciones y el acceso al crédito formal sigue siendo limitado— el potencial de crecimiento existe, pero la ruta exige escala, confianza y productos que resuelvan necesidades concretas (liquidez, ahorro con rendimiento razonable, pagos simples, crédito responsable).
En perspectiva, la venta de Bineo parece menos un rechazo a la digitalización y más un ajuste de estrategia: Banorte acelera su banca móvil desde la marca principal, mientras Klar capitaliza una plataforma bancaria para profundizar su oferta. El episodio subraya que, en el mercado mexicano, el éxito digital depende tanto de la tecnología como de la ejecución comercial, el diseño regulatorio y la capacidad de sostener inversiones hasta que el modelo alcance masa crítica.
Observaciones finales: La salida de Banorte de Bineo como proyecto independiente y su traspaso a Klar reflejan la rapidez con la que maduró la competencia digital en México y el peso de la rentabilidad en un entorno de tasas altas y exigencias de cumplimiento. Más que un “fracaso” aislado, el movimiento apunta a una reconfiguración: bancos tradicionales concentrándose en fortalecer sus canales propios y fintechs consolidándose mediante adquisiciones para ganar escala y licencia.