Empleo en México se debilita en noviembre: cae la ocupación y aumenta la población disponible para trabajar
El mercado laboral mexicano mostró señales de enfriamiento en noviembre, luego de que la tasa de desocupación se ubicó en 2.69%, su nivel más alto desde septiembre, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi. El ajuste estuvo acompañado por una disminución mensual de 1.05 millones de personas en la población ocupada, un movimiento que reaviva el debate sobre la fortaleza del empleo hacia el cierre del año.
El retroceso se concentró casi por completo en la informalidad: alrededor de 1.1 millones de personas salieron de esa condición, mientras que el empleo formal tuvo un avance marginal de 46,000 plazas, según un análisis de Banco Base. Aun con ese ligero incremento mensual, la lectura anual siguió reflejando fragilidad: el empleo formal presentó una caída de 0.63% y acumuló cinco meses consecutivos de descensos, una racha que, por su persistencia, suele asociarse a episodios de menor crecimiento económico.
En contraste, el empleo informal reportó un avance anual prácticamente nulo (0.02%), pero suficiente para explicar el crecimiento neto de la ocupación observado en los últimos meses. Esta composición importa porque la informalidad —que en México se mantiene elevada por la estructura del aparato productivo y los costos de transición a la formalidad— suele estar vinculada con menor acceso a seguridad social, mayor vulnerabilidad del ingreso y una base de recaudación más limitada. En un entorno donde el consumo interno ha sido un motor relevante del crecimiento, la calidad del empleo se vuelve clave para sostener la demanda.
Por sectores, la debilidad se hizo más evidente en las actividades secundarias. El empleo en ese bloque cayó 1.04% anual, con descensos en la industria extractiva y eléctrica (-6.99%) y en manufacturas (-1.43%); la construcción fue la excepción, con un incremento de 0.38%. En servicios, el avance anual fue casi plano (0.07%), lo que sugiere menor tracción en un segmento que normalmente absorbe gran parte de la mano de obra y suele reaccionar con rapidez a cambios en el ciclo económico.
Otro indicador relevante fue el aumento de la población fuera del mercado laboral. La Población No Económicamente Activa (PNEA) creció en 964,000 personas y, dentro de ella, la población “disponible” —quienes no buscaron empleo, pero aceptarían trabajar— aumentó en 378,000, hasta 5.56 millones. Banco Base estimó que, si ese grupo se incluyera en una medición ampliada, la tasa de desocupación se elevaría a 10.73% en noviembre, lo que apunta a una holgura mayor a la que revela el indicador tradicional.
El contexto macroeconómico ayuda a dimensionar el movimiento. En México, el empleo formal está estrechamente ligado al pulso de sectores como manufactura, logística y construcción, así como a la inversión. Si bien el país ha recibido atención por el fenómeno de relocalización de cadenas (nearshoring), la materialización de proyectos depende de certidumbre regulatoria, disponibilidad de energía e infraestructura, y de condiciones de financiamiento. Con tasas de interés que se han mantenido en niveles altos en los últimos tramos para contener la inflación, el costo del crédito puede moderar decisiones de inversión y contratación, especialmente en pequeñas y medianas empresas.
Además, la evolución del empleo en manufactura suele reflejar lo que ocurre en la economía de Estados Unidos, principal socio comercial de México. Cualquier desaceleración en la demanda externa —en particular de bienes duraderos— puede traducirse en menos horas trabajadas, ajustes de plantilla o menor dinamismo en nuevas contrataciones. Al mismo tiempo, el consumo doméstico podría resentir un entorno donde el empleo crece, pero con mayor peso de plazas informales o con menor estabilidad.
De cara a los próximos meses, el foco estará en si la baja mensual de ocupación responde a un ajuste transitorio —por ejemplo, por estacionalidad o cambios puntuales en la medición— o si anticipa una moderación más sostenida del mercado laboral. También será relevante seguir el balance entre formalidad e informalidad, así como la trayectoria de la población “disponible”, porque ese grupo puede presionar indicadores sociales y salariales si no se convierte en empleo efectivo. Para las empresas, el reto será mantener productividad y márgenes en un entorno de crecimiento más contenido; para la política pública, la conversación se mantiene alrededor de cómo facilitar la formalización, elevar la capacitación y crear condiciones para atraer inversión de largo plazo.
En perspectiva, noviembre dejó una señal mixta: aunque la tasa de desempleo sigue baja en términos históricos, la magnitud de la caída de ocupados, la persistencia de retrocesos anuales en el empleo formal y el aumento de la población disponible sugieren una pérdida de inercia. El desempeño del cierre de año y del arranque del siguiente dependerá de la fortaleza del consumo, la inversión y la demanda externa, así como de la capacidad de convertir oportunidades productivas en empleo formal y sostenible.