Consumo interno se enfría por empleo frágil, remesas con menor poder de compra e inflación en alimentos rumbo a 2026
Hacia el cierre de 2025, la economía mexicana muestra señales de agotamiento en su demanda interna. La creación de empleo formal se desacelera, las remesas rinden menos y la inflación en alimentos se mantiene elevada, un coctel que presiona el poder adquisitivo de los hogares y anticipa un 2026 con consumo moderado, pese a que las exportaciones continúan firmes. Analistas advierten que, sin un repunte de la inversión y una mejora en la formalización laboral, el mercado interno podría seguir rezagado frente al dinamismo del sector externo.
Entre enero y septiembre se registraron 333,303 nuevos puestos formales afiliados al IMSS, 26.97% menos que en el mismo periodo de 2024, el nivel más bajo para un año comparable desde 2009 (excluyendo 2020). Además, los patrones inscritos hilaron 17 meses de caídas anuales, un patrón asociado a fases recesivas, mientras la informalidad repuntó a 54.88%, equivalente a 32 millones de personas. Para especialistas como Gabriela Siller, de Banco BASE, esta combinación indica un mercado laboral con menor capacidad de absorción para la nueva fuerza de trabajo y condiciones más precarias para quienes se incorporan vía informalidad.
El ingreso disponible de los hogares también se resiente por la menor efectividad de las remesas. Aunque los envíos desde Estados Unidos continúan en niveles altos, su poder de compra se ha erosionado alrededor de 13% por la persistencia de la inflación en la canasta alimentaria y por episodios de apreciación del peso que reducen la conversión a moneda local. De acuerdo con estimaciones del sector privado, los salarios reales avanzaron, pero el menor empleo, remesas con menor tracción y un consumo más cauteloso desaceleraron el ingreso total de las familias, como apuntó Alejandro Saldaña, economista en jefe de Bx+.
El consumo privado —que representa cerca de 48% del PIB— muestra estancamiento: de los siete meses con datos disponibles en 2025, cuatro presentaron contracciones mensuales. Las tasas de interés aún elevadas y la escasez de crédito al consumo y a la microempresa han limitado la demanda, a la par de una confianza del consumidor más frágil ante la incertidumbre local y externa. Si bien la inflación general ha cedido respecto a los picos de 2022, la subyacente de mercancías alimenticias se mantiene por encima del objetivo de Banco de México, encareciendo compras básicas y presionando el gasto cotidiano.
Del lado de la inversión, tras la llamada primera ola del nearshoring, la inversión fija bruta hiló once meses con tasas anuales negativas hasta julio de 2025 y acumuló una caída de 7.19%. La obra pública en infraestructura retrocedió 33.7% entre enero y agosto, su mayor contracción en registros comparables. La cautela empresarial refleja tanto la revisión del T-MEC prevista para 2026 como cambios regulatorios internos y restricciones de oferta —electricidad, agua y permisos— que encarecen o retrasan proyectos. Aunque las exportaciones manufactureras siguen apoyadas por la demanda de Estados Unidos, ese impulso no se ha traducido de manera contundente en nueva capacidad productiva ni en empleo formal.
En el frente fiscal, se observan ajustes al gasto y a las transferencias que comprimen el colchón de ingreso de los hogares. Al cierre de agosto, el gasto en subsidios y transferencias se contrajo 4.1% a tasa anual y otros apoyos sociales retrocedieron más de 60% en los primeros ocho meses del año. De cara a 2026, el proceso de consolidación fiscal y la normalización del gasto tras proyectos emblemáticos agregan un sesgo restrictivo adicional para la demanda interna, en un momento en que la inflación subyacente aún no converge plenamente al objetivo.
Hacia adelante, el desempeño dependerá de varios catalizadores. Un ciclo gradual de recortes de tasas por parte de Banco de México —condicionado a que la inflación continúe descendiendo— mejoraría las condiciones de financiamiento, aunque el traspaso a crédito y actividad suele ser lento. La actualización del T-MEC en 2026 podría despejar incertidumbre y habilitar una “segunda ola” de relocalización si se acompaña de certidumbre regulatoria y de inversiones en energía y logística. El Mundial de fútbol aportaría un impulso transitorio al sector servicios en ciudades sede, pero difícilmente compensará por sí solo la debilidad de la inversión productiva.
Los riesgos no son menores: una desaceleración más marcada en Estados Unidos, mayor volatilidad cambiaria, retos fiscales y las necesidades de financiamiento de empresas públicas, así como la persistencia de cuellos de botella en infraestructura, pueden seguir conteniendo el apetito inversor. Para romper la inercia, los economistas consultados coinciden en que se requiere recomponer la inversión pública y privada, fortalecer el estado de derecho, acelerar la formalización del empleo y elevar la productividad, en especial de las micro y pequeñas empresas.
En síntesis, México llega a 2026 con un sector externo resiliente pero con un mercado interno frágil. Sin una recuperación de la inversión y del empleo formal, el consumo seguirá bajo presión y el crecimiento dependerá más de las exportaciones que de la dinámica doméstica. La agenda de certidumbre, infraestructura y competencia será clave para que la relocalización y el ciclo de menores tasas se traduzcan en un repunte sostenido.
Observación final: el enfriamiento del empleo, la menor efectividad de las remesas y la inflación en alimentos perfilarán un 2026 de crecimiento modesto. El desenlace dependerá de la capacidad para reactivar la inversión, consolidar la desinflación sin sofocar la demanda y brindar certezas en el marco del T-MEC. El impulso del Mundial será acotado; el reto de fondo es elevar productividad y formalidad.