México enfrenta nuevas presiones por aranceles estadounidenses y responde con resiliencia económica
La reciente intensificación de la política arancelaria de Estados Unidos, impulsada por la administración Trump, ha generado preocupación en la economía mexicana ante la posibilidad de un entorno comercial global menos predecible. El anuncio de aranceles de hasta 30% para productos provenientes de México y 35% para Canadá revive temores sobre el impacto directo en sectores clave, aunque el gobierno estadounidense mantiene excepciones para bienes que cumplan con los requisitos del T-MEC, lo que ofrece cierto alivio para la industria automotriz mexicana.
El vaivén en la aplicación de aranceles, caracterizado por amenazas iniciales, plazos flexibles y negociaciones de última hora, ha instaurado un nuevo patrón en la relación comercial entre Estados Unidos y sus principales socios. Esta estrategia, aunque pretende fortalecer a la industria local estadounidense, ha sido recibida con escepticismo por los mercados financieros internacionales. El fenómeno conocido como “TACO” (“Trump Always Chickens Out”, en referencia a su tendencia a recular tras anunciar medidas severas), ha disminuido el pánico inicial en las bolsas y ha permitido a los inversionistas anticipar una resolución negociada en la mayoría de los casos.
Pese al contexto de incertidumbre, tanto la Bolsa Mexicana de Valores como instrumentos como las Fibras han registrado sólidos desempeños a lo largo del año, reflejando confianza de los inversionistas en la capacidad del país para adaptarse a escenarios adversos. Analistas como Luis Gonzali, de Franklin Templeton, destacan que los acuerdos parciales de Estados Unidos con otras potencias han reducido significativamente la tasa efectiva de aranceles y estabilizado los mercados.
No obstante, las amenazas arancelarias continúan siendo el principal riesgo externo para la economía mexicana, de acuerdo con encuestas recientes entre gestores de fondos internacionales. Aunque el temor a una recesión global ha disminuido en los últimos meses, la posibilidad de incrementos imprevistos en aranceles sigue siendo una variable a monitorear, especialmente debido al margen de maniobra con el que cuenta el ejecutivo estadounidense tras consolidar apoyo político interno.
Los sectores exportadores mexicanos, en particular el automotriz, electrónico y agroalimentario, se mantienen atentos a la evolución de las negociaciones. Si bien el T-MEC ofrece salvaguardas regulatorias, cualquier ajuste unilateral en la política comercial estadounidense podría afectar cadenas de suministro e inversión extranjera. Por otro lado, la reciente resiliencia del consumo interno y la diversificación de destinos de exportación han ayudado a mitigar algunos de los riesgos inmediatos.
De cara al futuro, la estrategia de diversificación comercial—incluyendo acuerdos con Europa, Asia y América Latina—emerge como prioridad para disminuir la dependencia del mercado estadounidense y amortiguar el impacto de decisiones proteccionistas. El fortalecimiento de cadenas de valor regionales y la apuesta por mayor integración tecnológica y logística también serán clave para aumentar la competitividad de México en un entorno internacional desafiante.
En resumen, la economía mexicana se enfrenta a una nueva etapa de presiones comerciales externas, marcada por cambios constantes en la política arancelaria de su principal socio. Si bien el panorama implica riesgos y retos, la capacidad de adaptación mostrada hasta ahora, junto con la apuesta por la diversificación e innovación, permitirá al país navegar los vaivenes del entorno internacional con mayores herramientas y resiliencia.