ENIGH 2024: la base de ingresos avanza, pero la desigualdad entre deciles sigue marcando el panorama
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2024 del Inegi confirma que México mantiene una brecha significativa entre los hogares de menores y mayores recursos, a pesar de mejoras recientes en la base de la pirámide. El ingreso corriente promedio nacional se ubicó en 77,864 pesos por trimestre por hogar, 10.6% más que en 2022, con una trayectoria que, vista desde 2016, acumula un alza de 10.8% y episodios de retroceso en 2018 y 2020. El decil I —el 10% con menos ingresos— promedió 16,795 pesos trimestrales, mientras que el decil X alcanzó 236,095 pesos; la diferencia equivale a 14 veces, un recordatorio del reto estructural que representa la desigualdad.
En el centro de la distribución, el decil V llegó a 54,308 pesos por trimestre, con un aumento de 13.4% frente a 2022. Destaca que los mayores incrementos porcentuales entre 2022 y 2024 se registraron en la base y en la parte media de la distribución, con avances de hasta 14.2%, en tanto que el decil de mayores ingresos creció 6.4%. Estos movimientos sugieren una ligera compresión en la distancia relativa entre extremos, aunque la brecha absoluta se mantiene amplia.
Por fuente de ingreso, la ENIGH muestra que el peso del trabajo se incrementa de los deciles bajos a los medios y luego pierde participación en los superiores. En el decil I, el ingreso laboral representa 42.5% del total; su relevancia escala y alcanza un máximo en el decil VIII con 70.5%, para después disminuir a 69.8% en el decil IX y 62.8% en el decil X, donde cobran mayor importancia rentas, utilidades e inversiones. En los hogares con menos recursos, las transferencias —que abarcan apoyos públicos, remesas y otros— son un complemento clave.
El detalle por género y edad revela brechas persistentes. El ingreso monetario promedio trimestral fue de 30,160 pesos, 11.8% más que en 2022. Los hombres registraron 36,047 pesos, y las mujeres 23,714; en promedio, los hombres perciben 1.52 veces el ingreso femenino. La diferencia se amplía con la edad: en el grupo de 60 años y más, los hombres ganan 1.8 veces lo que reciben las mujeres. El grupo de 40 a 49 años concentra los mayores ingresos (38,454 pesos), mientras que entre 30 y 39 años se observó el mayor aumento absoluto respecto a 2022. Aunque los jóvenes de 12 a 19 años tienen los ingresos más bajos, su avance de 21% en dos años sugiere una mayor incorporación a actividades remuneradas.
El contexto macroeconómico ayuda a explicar parte de estos resultados. El mercado laboral ha mostrado resiliencia, con tasas de desempleo cercanas a mínimos históricos y aumentos consecutivos del salario mínimo desde 2019, lo que ha impulsado los ingresos en la base, en especial en regiones manufactureras del norte y el Bajío, beneficiadas por relocalización de inversiones. La inflación, que alcanzó picos en 2022, se moderó a partir de 2023, permitiendo cierta recuperación del poder adquisitivo, aunque las tasas de interés se mantienen elevadas y la canasta alimentaria continúa presionada en varios estados.
Las transferencias siguen siendo un sostén para numerosos hogares. Los programas sociales han ganado cobertura y las remesas externas continúan en niveles altos, particularmente en entidades con vocación migrante del occidente y el sur. No obstante, la dependencia de ingresos no laborales en los deciles más bajos evidencia la necesidad de profundizar la formalización, elevar la productividad de micro y pequeñas empresas, y ampliar el acceso a seguridad social para cerrar brechas de manera sostenible.
Persisten retos estructurales: la participación laboral femenina aún es menor que la masculina y la distribución del trabajo de cuidados limita la progresión de ingresos de las mujeres; la heterogeneidad regional coloca a los hogares del sur-sureste en desventaja frente al norte industrial; y la composición del ingreso en los deciles altos, más expuesta a rentas y capital, subraya la baja profundidad del ahorro y la inversión productiva en el resto de la población. Políticas de formación de capital humano, infraestructura, movilidad y cuidados, además de mejoras regulatorias para el crédito y la competencia, serán claves para acelerar la movilidad social.
De cara a los próximos trimestres, la trayectoria del ingreso dependerá de la marcha de la inversión —incluida la vinculada al “nearshoring”—, de la evolución de la inflación y de la velocidad con que las tasas de interés desciendan sin comprometer la estabilidad. Eventuales cambios en la política fiscal y en el diseño de programas sociales podrían influir en la progresividad del sistema y en el peso relativo de las fuentes de ingreso. La digitalización de pagos, la inclusión financiera y la expansión del crédito formal a hogares y negocios pequeños son margen de mejora para convertir incrementos nominales en bienestar duradero.
En síntesis, la ENIGH 2024 confirma un avance en los ingresos de la base y la media, pero muestra que la desigualdad por deciles, género y región persiste. La sostenibilidad de las mejoras dependerá de consolidar el empleo formal, elevar la productividad y mantener la inflación bajo control, al tiempo que se refuerzan políticas de cuidado y capacitación que permitan una mayor participación e ingresos para las mujeres y los jóvenes.